¿Qué son las emociones?
El término emoción proviene del latín e-motio, que se mueve hacia algo o que moviliza.
Las emociones son siempre un tema difícil para desarrollar porque caen en la intersección de varias disciplinas. Los acuerdos y los consensos entre las distintas ciencias no siempre son cosa sencilla. Médicos, Psicólogos, Biólogos, Sociólogos, Psiquiatras, Epistemólogos, Filósofos, Lingüistas y Religiosos tienen sus perspectivas y sus propios argumentos.
Aquí he seleccionado solo algunas de las definiciones existentes que hacen un aporte significativo:
«. . . el proceso emocional se inicia cuando la atención propia es capturada por una discrepancia o cambio. Cuando esto ocurre, el estado de uno es diferente, fisiológica y psicológicamente de lo que era antes».
Phoebe C. Ellsworth
«En mi opinión, las emociones son estados de conciencia afectivamente cargados y subjetivamente experimentados».
Joseph E. LeDoux
«…las emociones son disposiciones corporales que determinan o especifican dominios de acciones».
Humberto Maturana
A diferencia del «sentimiento», la emoción se ubica mas cerca de la observación biológica y comportamental que de la manera en que cada persona vive o experimenta su emoción.
Emociones y emocionalidad
Las emociones influyen en nuestros sentimientos y estados de ánimo. Afectan poderosamente nuestra visión de la vida: la forma en que percibimos los eventos, las personas, las relaciones y los contextos. No estamos exagerando si decimos que las emociones pueden hacer que nos sintamos miserables o en éxtasis.
Sorprendentemente, y hasta hace muy poco tempo atrás, la emocionalidad y la gestión de las emociones, no aparecían como un tema en el foco de nuestra atención. Solo los académicos, psicólogos, psicoterapeutas y otros expertos de las ciencias del comportamiento le dedicaban tiempo al estudio de las emociones. La gestión emocional se aprendía en la niñez, en la casa y a lo largo de la vida pero no encontraba un espacio definido en el proceso de educación formal de la persona común y corriente. Hoy eso ha cambiado, hay cada vez mayor conciencia sobre la importancia y el impacto de las emociones en nuestra vida personal e interpersonal (incluida la vida profesional).
Una barrera invisible que por mucho tiempo había impedido este cambio, era la connotación de que la emoción era lo opuesto a la razón y, por lo tanto, se la vinculaba más con la herencia animal y primitiva que todavía conservábamos. El Homo sapiens se diferencia (y se jacta) de su raciocinio, sin igual en este planeta.
Las emociones se encuentran bien extendidas en el reino animal, y existen desde mucho tiempo antes que el Homo sapiens se interese por estudiarlas. Hay notables similitudes entre las conductas emocionales de muchas especies por lo que los biólogos concuerdan en su enorme valor adaptativo.
El auge de la razón
La emoción, con su «irracionalidad» y su «subjetividad», fue devaluada en comparación a la razón, que ofrecía su «impecable» lógica formal y procesos operacionales explícitos.
Racionalistas, empiristas, positivistas y cientificistas cargaban en contra las emociones considerándolas un imperfecto legado evolutivo que nos vinculaba (inconvenientemente) a nuestros simiescos ancestros. Al mismo tiempo, culpaban a las emociones de demorar el implacable avance de la «ciencia racional» basada en la evidencia «objetiva e imparcial» .
Fue la misma historia de la ciencia la que se encargó de ir generando numerosas fisuras y grietas en este relato determinista y ortodoxo.
El principio de incertidumbre, la relatividad, las geometrías no euclídeas, la termodinámica, la teoría de la información, la teoría del caos, anti-materia, entrelazamiento cuántico, supercuerdas y otros tantos avances dentro del campo de la Física (paradójicamente, la estrella de la predictibilidad y tangibilidad científica), prepararon el terreno para una notable flexibilización de paradigmas.
La caída de la razón
Contrariamente a lo que mucha gente cree, la razón e incluso las ciencias formales (núcleo duro de la ciencia), no son ni tan racionales ni tan objetivas como nos cuentan. Los sistemas racionales se fundan en premisas fundamentales que son aceptadas -a priori- como puntos de partida «válidos» y sobre los cuales luego se construye y se opera mediante reglas explícitas.
Esa aceptación -a priori- es una primera elección libre y voluntaria del observador, en base a lo que (para él) resulta «evidente» ,»obvio» o «irrefutable». Toda vez que dos observadores no logren un común acuerdo acerca de la validez de dichas premisas de partida, entonces se desencadenara algún tipo de conflicto. Kurt Gödel en dos célebres teoremas, dejó claros los conceptos de incompletitud e indecidibilidad dentro de los sistemas lógico-matemáticos:
Primer teorema:
En cualquier formalización consistente de las matemáticas que sea lo bastante fuerte para definir el concepto de números naturales, se puede construir una afirmación que ni se puede demostrar ni se puede refutar dentro de ese sistema.Segundo teorema:
Ningún sistema consistente se puede usar para demostrarse a sí mismo. Si se puede demostrar que un sistema axiomático es consistente a partir de sí mismo, entonces es inconsistente.
Ludwig Wittgenstein llegaba a similares hallazgos en su Tractatus logico-philosophicus pero refiriéndose al alcance del lenguaje como sistema formal: «El sentido del mundo tiene que residir fuera de él y, por añadidura, fuera del lenguaje significativo». «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo».
La propia ciencia nos enseña, en nuestros días, a convivir con la duda, la ambigüedad, el caos y la incertidumbre.
El observador en tanto «sujeto» es aceptado ahora con su «subjetividad». El esfuerzo por «alcanzar la objetividad» ha sido muy loable aunque inconducente. Daniel Kahneman respira aliviado y nos regala una gran colección de sesgos cognitivos que nos vuelven mucho menos racionales de lo que nos creemos ser.
La re-integración de la razón con la emoción
Por otra parte, en el campo de la biología, la medicina y la psicología experimental, se logró avanzar notablemente en la comprensión del cerebro y del comportamiento. La emoción fue progresivamente saliendo de su «ilegitimidad» para llegar a ser aceptada junto a la razón.
El desarrollo cerebral, socio-cultural y lingüístico alcanzado por el Homo sapiens, le dio a las emociones una vuelta mas en la espiral de complejidad y sofisticación. Pensar y emocionar quedaron íntimamente entrelazados e interconectados en el cuerpo y en el cerebro humanos. Razón y emoción, intelecto y sentimiento son una parte integral (e integrada) de nuestra naturaleza.
Las cadenas de emociones y pensamientos que elaboramos repetidamente son responsables tanto del bienestar como del sufrimiento humano.
Cuando logramos reducir los pensamientos y emociones negativos e incrementar los positivos, podemos mejorar substancialmente nuestra calidad de vida individual, de la sociedad e incluso la calidad de vida de todas las especies que dependen de la volátil mente humana para poder seguir con vida.
¿Se pueden «gestionar» las emociones?
Los circuitos neuro-emocionales que se pueden disparar son bastante diversos de acuerdo a cada situación y contexto. Esos circuitos pueden activarse sin involucrar al neocórtex (ej. un ruido abrupto durante el descanso nocturno), involucrando al neocórtex (ej. auto-control emocional ante una ofensa verbal en la calle), o bien originarse desde el propio neocórtex (ej. la ira provocada por imaginar una serie de malas intenciones detrás de un hecho).
Hay muchas formas distintas de modular la intensidad de nuestras emociones. Las intervenciones que están a nuestro alcance actúan sobre la respuesta emocional (respiración, relajación, ejercicio, masaje, distracción), o de un modo indirecto (cambiando la exposición a los estímulos disparadores, cambiando el foco de la atención o cambiando las interpretaciones que se hacen sobre ellos).
Algunas emociones negativas (ira, tristeza, miedo, resentimiento, frustración, impotencia, ansiedad, etc.), cuando son muy intensas o se sostienen a lo largo del tiempo, llegan a causar manifestaciones físicas y enfermedades como, por ejemplo la tensión, dolores musculares y articulares, calambres, arritmias, palpitaciones, insomnio, dolores gastrointestinales, diarrea, úlceras, presión alta, fatiga, dificultades respiratorias, caída de cabello, cambios de peso, eczemas, temblores, sudoración, etc.
La respuesta es afirmativa. Es posible e importante trabajar sobre las emociones y llegar a distinguir sus posibles manifestaciones corporales, particularmente cuando ponen en riesgo nuestra salud, nuestro bienestar y nuestras relaciones interpersonales.
Alternativas existentes
Sin pretender ser exhaustivo, mencionaré aquí las más ampliamente utilizadas:
- Movimiento corporal, actividad física y deporte
- Mejora de la postura y lenguaje corporal
- Exponerse a la luz natural (sol)
- Actividades al aire libre, en la naturaleza y con paisajes
- Cambiar el modo de pensar (cambio cognitivo mediante el aprendizaje y re-enmarcado)
- en la interpretación de los sucesos, causas e intenciones
- en la evaluación o el juicio de situaciones, hechos, personas, relaciones
- en la auto-identificación y el apego con cosas, personas, lugares, cultura o valores
- en las propias expectativas, deseos, metas, ambiciones y necesidades
- en los propios miedos y creencias limitantes
- Imaginación o visualización positiva de escenarios futuros
- Cambio de mindset: optimismo, esperanza, crecimiento, aprender de la adversidad
- Perspectiva más temporal de los acontecimientos (pasajeros, reversibles, puntuales)
- Cambiar las palabras y el tenor de la conversación mental propia (@PNL)
- Técnicas de respiración y técnicas de relajación
- Masajes
- Meditación / mindfulness
- Eje temporal: situarse en el presente, aquí y ahora
- Elevar la auto-estima, la auto-confianza y la asertividad
- Mejorar el entorno social con foco en los vínculos afectivos
- Cambiar el entorno físico o ambiental (hogar, oficina, donde paso mas tiempo)
- Escuchar cierto tipo de música, sonidos o frecuencias. Musicoterapia
- Practicar la gratitud / agradecimiento
- Dedicar tiempo en un hobby favorito (estado de «flow»)
- Escribir o llevar un diario emocional
- Expresarse a través de actividades artísticas (teatro, pintura, danza, escultura, cerámica, etc.)
- Mejorar la dieta, la nutrición y cambiar microbiota
- Recurrir a medicamentos recetados por un médico
Conclusión
Cada persona en base a sus preferencias, estilo e inclinaciones puede orientarse a algunas de estas herramientas terapéuticas más que a otras. Es importante ver con cuales de ellas resonamos y nos sentimos más cerca para entonces explorar, profundizar y lograr la máxima efectividad en su práctica sostenida.
La capacidad para instalar nuevos hábitos saludables (de pensamiento, emoción y comportamiento), aparece una vez más como la clave del camino hacia el bienestar.
Nota del Lic. Leandro Javier Perez Surraco
Si a nivel personal o dentro de tu grupo de trabajo buscas mejorar la gestión emocional, la inteligencia emocional y los pensamientos que sabotean el bienestar, puedes escribirnos a CONTACTO Bienestar Resiliente.