Obediencia e Integridad

Stanley Milgram

En 1963, el psicólogo Stanley Milgram publicó sus polémicos estudios de comportamiento sobre la obediencia humana (1). Milgram estaba profundamente conmovido e intrigado por los comportamientos aberrantes perpetrados en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y se preguntaba cómo todo eso había sido posible. Cómo fue que una enorme red de personas se organizó sistemáticamente para conformar una maquina de matar de extraordinaria eficiencia.

Sus experimentos en el campo de la autoridad y la obediencia fueron tan controvertidos como interesantes. Esto ha sido brillantemente capturado en la película «Experimenter»(2) que les recomiendo fuertemente que vean.

La forma de usar sistemáticamente el poder, la autoridad, la presión grupal y la obediencia para hacer cosas inmorales ha sido ampliamente debatida. Necesitamos entender y explicar nuestro pasado pero también queremos prevenir las redes de corrupción en las organizaciones modernas.

Eliminando la conexión personal

Una de las cosas más interesantes sobre el trabajo de Milgram, y de quienes siguieron su línea de investigación, son las implicaciones sobre cómo las redes humanas organizan, dividen y estructuran el trabajo con el fin de eliminar sistemáticamente la empatía y la conexión emocional  con los demás. De este modo, consiguen que un trabajo moral y éticamente inaceptable sea llevado a cabo por gente común y corriente (es decir, no reconocidos como delincuentes, sádicos, psicópatas o sociópatas).

La despersonalización, la falta de identificación con el otro, la ausencia de empatía, la burocracia, la autoridad y la presión de los colegas, resultan esenciales para eliminar cualquier sentimiento individual de responsabilidad personal, remordimiento o culpa sobre las consecuencias de la tarea ejecutada.

El desapego, la distancia y la intermediación (existencia de capas o niveles que separan la estrategia de su ejecución), facilitan notablemente la aparición de actividades inmorales o inaceptables, que -sin lugar a dudas- perjudican o causan sufrimiento a terceros.

Gente común y corriente

Casi a diario, se hacen públicos nuevos casos de escándalos y fraudes corporativos que involucran millones o billones de dólares en pérdidas, daños, responsabilidades, multas y costos legales (3). Estos escándalos afectan a las más diversas industrias y geografías. Tienen en común el hecho de que son llevados a cabo por una gran cantidad de empleados corporativos «comunes y corrientes». Padres y madres, hijas e hijos, personas con acceso a una buena educación, profesionales, con un buen nivel económico, sin una historia de vida traumática o complicada, a veces con carreras muy exitosas, con un futuro prometedor y sin necesidad económica o motivación aparente para comportarse de manera inapropiada o ilegal.

Sin embargo, «la gente decente» a veces comienza a hacer algo en el límite de sus valores, luego algo «poco ético», luego progresan hacia lo que es claramente perjudicial para otros y, finalmente, pueden terminar siendo cómplices de un sistema de actividades ilegales, delictivas o incluso criminales.

Las películas The Dropout (Disney) y Ordinary Men (Netflix) ilustran muy bien estos procesos desde la perspectiva de casos reales, concretos y muy bien documentados. Recomiendo lo sumen a su análisis. 

obediencia e integridad

La obediencia

Personas «ordinarias» se pueden volver ejecutores de cosas terribles e impensables. Hay un proceso lento de «deformación profesional».  Este proceso es impulsado por una mezcla de factores. En muchos casos, hay exceso de ambición personal (codicia de poder, dinero, fama). En otros casos, es impulsado por un contexto complejo de presiones sociales y grupales: miedo al rechazo, temor a la autoridad, altas expectativas y falta de relaciones interpersonales significativas (es decir, con conexión emocional, afecto, compromiso mutuo, aprecio o pertenencia).

La presión por mostrar crecimiento, la presión por obtener resultados, la presión por ser el mejor, por lograr éxito, ser altamente visible o ser un «ganador», hace que las personas acepten y justifiquen lo inaceptable. El fin comienza a justificar los medios.

La transición hacia “el lado oscuro de la fuerza” es siempre progresiva. Luego, cuando las personas ya están muy implicadas, no son capaces de detenerlo. En ese momento, buscan una forma de justificación para el conjunto de sus conductas previas. Se monta «un relato».

Desafortunadamente, estas redes de corrupción rara vez se alcanzan con un psicópata aislado que trabaja en solitario. Esa sería la explicación más confortable para todos. Cargar toda la culpa a un máximo responsable (el super villano), y evitar las incómodas preguntas de la investigación de Stanley Milgram:

¿Cómo logran estos personajes siniestros la obediencia, la adhesión y la contribución sumisa de cientos o hasta cientos de miles de «socios ejecutores»?

¿Cómo se crea un sistema de complicidad y encubrimiento tan efectivo y tan funcional cuando la consecuencia es el sufrimiento de muchas otras personas?

El sistema

Hay una red humana mucho más grande, con pequeñas tareas independientes, responsabilidades menores, múltiples decisiones, diferentes decisores, con una visibilidad reducida de lo que ocurre. Como sea, todos contribuyen y co-producen el resultado final buscado. Cuanto más grande es el sistema y la presión del grupo, tanto mayor es la «sensación de normalidad» que se apodera de los actores.

La corrupción bien organizada involucra un gran cóctel de silencios, complicidades, miedos, mentiras, ambiciones, manipulaciones, oportunismos, cinismos y egoísmos. Cada individuo dentro de la red puede estar contribuyendo con una tarea simple, aparentemente trivial, distante, tal vez administrativa, pero el resultado final se vuelve posible gracias a que todo el sistema funciona con una macabra eficiencia. Se pierde la perspectiva de las consecuencias gracias a un fenómeno a gran escala de fragmentación y desconexión del trabajo realizado con el resultado último. La ilusión y el nuevo relato interno reemplazan a la realidad, que se torna invisible para quienes forman parte de su ejecución.

Los genocidios (que preocuparon inicialmente a Stanley Milgram) son los ejemplos más extremos. La mayoría de las veces, los sistemas perversos o dañinos no llegan ni siquiera a ser evidentemente ilegales.

¿Lo legal o lo correcto?

El desarrollo de un sistema en donde todo sea (o al menos parezca) legal es parte del “talento” maquiavélico de los diseñadores.

Existen muchos ejemplos de sistemas legales que tienen un claro resultado perjudicial y destructivo:

  1. Producir, utilizar y descartar billones de toneladas de plástico que termina en los océanos creando “islas” de basura
  2. Quemar carbón y combustibles fósiles hasta derretir los casquetes polares, hundir las costas del planeta o cambiar el clima
  3. Hacer pruebas de armas nucleares y contaminar con radiación ecosistemas completos durante siglos
  4. Talar selvas y bosques para sembrar monocultivos o construir megaproyectos inmobiliarios
  5. Producir y vender comida industrializada, altamente adictiva y asociada al cáncer, infarto, diabetes, obesidad, etc.
  6. Vender fármacos para enfermedades terminales a precios exorbitantes y abusivos
  7. Contaminar ecosistemas y acuíferos para extraer más petróleo o hacer minería
  8. Descartar productos radioactivos o químicos nocivos en el mar o en áreas naturales distantes 
  9. Vender armamento por billones de dólares a países del tercer mundo que se mueren de hambre y no tienen suficientes escuelas
  10. Invadir países y librar guerras en el nombre de la libertad, la “desnazificación”, la represalia justa o quien sabe que otra motivo

La lista de ejemplos podría ser interminablemente larga. Lo realmente importante es darse cuenta de que ninguno de estos sistemas serían posibles si no existiera la colaboración, la coordinación y el esfuerzo de miles de personas que trabajan haciendo diligentemente sus micro-tareas en el marco de la ley (en la mayoría de estos casos).

Culpables y responsables

¿Son todas las personas involucradas corruptas, inescrupulosas o malintencionadas?

No, en su gran mayoría son gente «común y corriente».

¿Causa el resultado último un gran daño, dolor y sufrimiento en ésta y las sucesivas generaciones?

Si, definitivamente.

Convivimos todo el tiempo con un amplio espectro de comportamientos que van desde lo poco ético hasta la actividad criminal. Mucho de esto pasa desapercibido. Una pequeña fracción de todos esos comportamientos termina desenmascarada en algún escándalo público o mediático. De esa pequeña fracción, otra aun más pequeña, termina confrontando alguna multa administrativa, una consecuencia legal o la cárcel.

Los responsables son muchos. Los que sienten culpa y remordimiento son unos pocos. Los que pagan por las consecuencias legales, apenas un puñado. 

Esta es la razón por la cual es de vital importancia reconocer y corregir los comportamientos inapropiados cuando todavía el desvío es pequeño. La ambición egoísta, el cortoplacismo y la codicia están permanentemente desafiando los límites de la integridad humana.

El liderazgo desaparecido

Hoy en día, el término «Liderazgo» está por todas partes: en el periódico, libros, revistas, televisión, internet, correos electrónicos, en grandes pancartas desplegadas en los lugares el trabajo. El «liderazgo» parece algo tan común, tan fácil y tan simple que se confunde con otros productos de la góndola del marketing emocional.

Pero sabemos bien que este no es el caso. Junto con Warren Bennis (4), podríamos preguntarnos: ¿Dónde están los líderes? ¿A dónde se han ido?

A nivel mundial, hay millones de personas en importantes roles de toma de decisiones, dentro del gobierno, en política, instituciones, empresas, universidades y ONG´s. Muchas veces ganando mucho dinero y con un pequeño ejército de personas que dependen de ellos. Automáticamente llamamos a estos individuos «líderes», casi como un sinónimo de V.I.P. e independientemente de su calidad humana o de si realmente tienen “seguidores”.

Siempre sugiero hacer la prueba de fuego preguntando:

La persona que ocupa ese importante rol  ¿Está sirviendo a los demás, siendo honesta, transparente, íntegra, genuina, respetuosa, responsable, comprometida, colaborativa, confiable y competente?

Si la respuesta es sí, entonces podemos hablar cómodamente de «liderazgo».

Cuando no es el caso, entonces mejor preservemos el término «liderazgo» limpio y saludable. Ya hemos visto demasiados “falsos profetas” erosionando la credibilidad y la confianza de la gente alrededor de todo el mundo.

Seguidores más alertas

Los modernos «seguidores» deben ser extremadamente cuidadosos y elegir bien a quien quieren «seguir» y para qué.

La ética y la integridad están bajo un desafío permanente en una sociedad impulsada y orientada por métricas económicas, consumismo, competencia y ambición. La desinformación, las fake news y la post-verdad de las redes sociales, no ayudan en nada.

La hiper-conectividad tecnológica se une a la soledad de los lugares de trabajo impersonales. Relaciones superficiales o transaccionales, una mecánica de desconexión emocional entre los seres humanos. Este es precisamente el entorno ideal para el éxito del «experimento de obediencia» de Stanley Milgram. En consecuencia, es probable que veamos más y más redes de «personas decentes» que trabajan al servicio de objetivos, tal vez legales, pero dañinos.

Cultura

Debemos prestar extrema atención a las culturas de trabajo, necesitamos cuidar de los escasos “Líderes” que emergen y de todas aquellas personas que todavía conservan su brújula moral.

Trabajar en culturas con una propuesta de valores sana es fundamental en un mundo que migra hacia el trabajo remoto. Cada vez será cada vez mas difícil crear una cultura compartida con valores comunes. Sin intercambios cara a cara y sin relaciones de afecto, lo impersonal y lo distante se enquista en el sistema. Ahora ya conocemos algunas de las posibles consecuencias.

 

Nota del Lic. Leandro Javier Perez Surraco

 

Notas propias relacionadas

«La evolución de los esclavos»

«Nuestros valores humanos en el lugar de trabajo».

Referencias 

(1) Milgram, S. (1963). Behavioral study of obedience. Journal of Abnormal and Social Psychology,
67, 371378.

(2) “Experimenter” 2015. Dirigida por Michael Almereyda.

(3) Algunos ejemplos: Enron, Worldcom, Adelphia, HealthSouth, BCCI, Olympus, Tyco, Toshiba, Cendant, MF Global, FannieMae, KBR Haliburton, Alcatel-Lucent, BAE Systems, Rolls Royce, Valeant, FIFA, Turing Pharmaceuticals, Credit Suisse, Deutche Bank, Volkswagen, ABN-Amro, HSBC, Parmalat, Martha Stewart, Barclays, Madoff investments, Lehman Brothers, AIG, Banco Espirito Santo, Wells Fargo, Mylan, Samsung, Odebrecht, United, Siemens, Petrobras, Goldman Sachs, Valeant, Exxon Mobil, Nissan-Renault…y la lista no termina nunca.

(4)  “Leaders”. Warren Bennis; Burt Nanus. 1997. Harper Business

 

Otros audiovisuales complementarios:

Dirty Money (Serie Documental)

(Dis)Honesty: The Truth About Lies (Película documental)

Antes de que sea tarde (Before the flood). Nat Geo (Película Documental)

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