La Metáfora de los cormoranes

Una mirada crítica sobre el desarrollo de carrera

Este segmento fue extraído de “Metamanagement. La nueva con-ciencia de los negocios”de Fred Kofman. 2001

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Cuando se le preguntó qué tipo de conocimiento podían transmitir los antiguos filósofos orientales al hombre moderno, el Dr. Ralph Siu ofreció una lista de consejos.

Uno fue como sigue: «Observe al cormorán en la flota pesquera. Usted sabe cómo se utilizan los cormoranes en la pesca. La técnica incluye a un hombre en un bote de remos con aproximadamente media docena de cormoranes, cada uno con un anillo en su cuello. Cuando el ave descubre un pez, se sumerge en el agua y lo atrapa en su pico. El anillo impide que el pez más grande pueda ser tragado, de modo que el pescador toma el pez del cormorán, que luego se sumerge en busca de otra presa».

¿Por qué, se preguntó el Dr. Siu, de todos los animales se eligió el cormorán para trabajar como auxiliar del pescador?

Si el ave no fuera tan ávida de peces, eficiente para atraparlos y fácilmente entrenable  ¿La sociedad habría creado una industria para explotarlo? ¿O se habría inventado el ingenioso anillo? Desde luego que no. Por eso, concluye el Dr. Siu, la codicia, el talento y la capacidad de aprender llegan a ser las bases de la explotación. Las instituciones y organizaciones están destinadas a hacer prosperar a la sociedad, no al individuo. Por lo tanto, la sociedad alienta en nosotros la codicia, el talento y la capacidad de aprender, luego nos pone anillos en torno de nuestros cuellos y nos convierte en cormoranes.

¿Cómo podemos ejercer simultáneamente nuestra ambición, talento y capacidad de aprendizaje, y contribuir a la sociedad y sus organizaciones e instituciones sin convertirnos en cormoranes, haciendo el trabajo sin disfrutar nunca de los beneficios intrínsecos del mismo? 

Nuestros padres, nuestras escuelas y nuestras organizaciones conspiran todos involuntariamente contra nosotros cuando se concentran en el desarrollo de una carrera, con el resto de la vida que es meramente una consecuencia imprevista de la carrera, o incluso cuando destacan «cómo hacer» una carrera en lugar de «por qué hacerla«.

Don Juan fue explícito acerca de esto al instruir a Carlos Castañeda sobre las carreras. Tener una trayectoria de conocimiento, una trayectoria con pasión, que sirva para una jornada placentera, dijo, era la única manera concebible de vivir. Debemos pensar detenidamente en nuestras trayectorias antes de emprenderlas, ya que para el momento en que una persona descubre que su trayectoria «no tiene ningún sentido» ya es tarde.

En ese momento, pocos de nosotros tenemos el coraje de abandonar la carrera, aun cuando pueda ser letal, porque hemos invertido tanto en ella y hemos sido tan exitosos en ella, que elegir una nueva alternativa parece peligroso, incluso irresponsable, y así continuamos sumisa y tristemente. Al ser descendientes naturales o adoptados de los puritanos, seguimos desconfiando de la dicha y nos sentimos cómodos, hasta cierto punto, con nuestros anillos.

Pero para todos nosotros parece  apropiado considerar no sólo deshacernos de los anillos que hemos estado usando voluntariamente, sino también no imponer a nuestros jóvenes empleados esa misma limitación.

 

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