El juego virtual
Los que tenemos hijos jóvenes, los vemos a diario utilizar esos juegos de guerra on-line en sus computadoras. Ni ellos son soldados ni tampoco están en ninguna guerra, pero durante muchas horas se sumergen en esa “realidad virtual”. Allí cumplen todo tipo de “arriesgadas misiones» tras las líneas enemigas, coordinando por teléfono cada decisión con sus respectivos equipos de combate (otros amigos ociosos disponibles).
Tal es el estado del arte de la simulación gráfica de alta resolución. El juego de computadora se ve tan real que uno se convence de estar allí (doy fe). Durante el juego nos convertimos en ese “avatar” de soldado y nos movemos por diferentes países, terrenos y vehículos. Una verdadera experiencia inmersiva.
El juego mental
Lo mismo hacemos habitualmente en nuestra vida personal con el eje temporal. Nuestro procesador de alta velocidad es el cerebro. Capaz de todo tipo de hazañas gráficas en alta resolución. Recuerda con sus memorias lo que paso hace muchos años, lo monta en una escenografía tridimensional ultra-realista y podemos volver a (re)sentir todo lo mismo como si estuviéramos allí nuevamente.
Incluso el cerebro también hace “Photoshop”: edita, agrega y quita las partes que (a nuestro juicio de hoy), no cuadran bien en «el relato». La versión actualizada necesita ser coherente y resonante con quien (hoy) uno piensa. Se pueden añadir efectos especiales (exageraciones egocéntricas) y se pueden omitir segmentos poco cautivantes o vergonzosos.
Como si esto fuera poca hazaña, este procesador biológico también puede construir escenarios futuros en base a los datos recolectados hasta hoy. Lo que no está disponible en la memoria, pues se extrapola o se inventa con imaginación. En este juego virtual de la mente, también desaparece el presente y nos trasladamos a escenarios futuros o pasados con tremenda facilidad. Nada que envidiarle al legendario “Call of Duty”.
En los juegos on-line, cuando los jóvenes jugadores son alcanzados por un disparo se muestra una pantalla roja y aparece una trágica leyenda informando que estamos muertos o mal heridos. Todo el equipo insulta mientras suena una marcha militar de despedida, se hacen algunas bromas y el entretenimiento sigue adelante con “otra vida” y hasta con un nuevo avatar, si uno quiere.
La vida «real»
Nuestras vidas no son tan simples. El cerebro funciona distinto. Aquí la ilusión y la percepción, los hechos y la imaginación, se entremezclan todo el tiempo sin tener la capacidad de discernir cuando comienza lo uno y cuando termina lo otro.
El melancólico recuerda su rechazo amoroso de hace cinco años y lo revive incesantemente. El ansioso, en cambio, ve un futuro amenazante con un escenario poco prometedor para el flamante empleo que acaba de conseguir.
Quien sufre de desorden de estrés postraumático se ve una y otra vez viviendo lo mismo que tanto horror le produjo durante aquel robo armado en el año 2007. Es como si protagonizara el Mito de Sísifo, pero en carne propia.
El que sufre de ataques de pánico los suele agravar cuando ante el primer síntoma leve, empieza a pensar y a sentir que (una vez más) va a perder el control de su respiración y de su ritmo cardiaco, tal vez se desmaye y cree que no podrá evitarlo, no vee la salida…
Juan, mientras maneja su coche hacia la oficina, va imaginando lo que su jefe le va a decir en esa reunión de las 10:30. En su diálogo mental interior se va repitiendo a sí mismo (casi se va programando): Tal vez me lo merezco, en definitiva, vengo sufriendo este “bullying” desde la escuela primaria… estoy signado por la desgracia del abuso. Otra vez me hará sentir un inútil…
Al igual que ocurre en los juegos virtuales de computadora, una vez que uno se sumerge en este tipo de juegos mentales, es como si estuviera allí. Se siente todo tan real que casi puede tocar el pasado o el futuro con las propias manos. De hecho, el cerebro y el cuerpo reaccionan fisiológicamente del mismo modo que si la situación fuera absolutamente real y estuviera ocurriendo ahora mismo.
Rompiendo la ilusión
Si alguien de repente se le acerca y le pregunta a Juan:
- ¿Tu jefe está aquí ahora?
- ¿Puedes señalarme dónde lo estás viendo?
- De la escuela egresaste en el año 2002 ¿Alguien te está haciendo “bullying” aquí y ahora?
- ¿Cómo es que lo ocurrido hace veinte años determina tu estado hoy, aquí y ahora?
Descubrimos que el juego mental en el eje temporal tienes sus peligros. La fantasía del jueguito de guerra on-line al menos empieza y termina cuando decidimos tocar el botón de inicio, pausa o final de juego. Por el contrario, las fantasías mentales en el eje temporal se roban nuestro presente y nos dejan un sufrimiento que sí se siente “aquí y ahora”.
¿Acaso todo malo en esto de jugar mentalmente con el tiempo?
No. Hay muchas alternativas positivas. Por ejemplo:
Uno puede vincularse con el FUTURO desde la esperanza, el optimismo, la aceptación, la confianza, el servicio a una causa justa, la contribución a algo más grande, la ayuda al prójimo, la creatividad, la colaboración o la compasión.
Y uno puede vincularse con el PASADO desde el perdón, la superación, el aprendizaje de lecciones, la evolución, la reflexión, el fortalecimiento o la resiliencia ante las adversidades.
Estar presente en el presente
Alternativamente, también puedo aprender a vivir más en el PRESENTE. Restablecer mi relación con «lo real», que es “esto” mismo, sin más. Esto que ES, y ocurre aquí y ahora. Puedo volver a estar presente en el presente.
Se puede reducir el tiempo que estamos divagando como jugadores adictos. Podemos abandonar el “avatar” que nos lleva para atrás o para adelante en el tiempo con tanta obsesión como con realismo.
Desgraciadamente, cuando somos buenos hurgando y seleccionando las cadenas de pensamientos y emociones negativas, dejando de lado las positivas, nuestro mundo se puede volver oscuro, hostil y estresante.
El dolor y el sufrimiento que produce la adicción a este juego mental con el eje del tiempo, no se parece en nada a aquella fugaz y pasajera “pantalla roja” de los jueguitos de guerra on-line.
El melancólico, el depresivo, el ansioso, quien sufre ataques de pánico, angustia, nerviosismo, preocupación, estrés crónico, confunden a su “avatar” desplazado en el tiempo con quienes son. Confunde las simulaciones tridimensionales (negativamente cargadas) que genera su cerebro con su vida real.
Cuanto más optamos por experimentar y revivir estas historias fantásticas del avatar, más las terminamos creyendo. Así las dotamos de entidad y fuerza.
El juego mental con el eje del tiempo se entremezcla con las propias creencias limitantes y se vuelve peligroso. Se entra en un bucle auto-referente y cerrado. Podemos quedar atrapados en nuestra propia espiral negativa de pensamientos, emociones y creencias. Para un observador externo, el sesgo y lo ilusorio puede resultar evidente, pero para quien está dentro de la espiral, se trata de «la vida real».
Algunos ejemplos
Veamos ahora algunos ejemplos de cómo las propias creencias configuran el tipo y la complejidad del juego mental que creamos sobre el eje temporal.
En nuestro mundo consumista hemos aprendido a pensar como mini-empresarios. A veces de modo inconsciente, a veces de modo más consciente. El tiempo es dinero, la velocidad es eficiencia, más es mejor, si no brinda un retorno no sirve, si no crece no vale la pena, etc. Hacemos un “business case” en nuestra cabeza y descartamos lo que no rinde y lo reemplazamos por algo que pueda producir más. Hasta un niño ya pregunta ¿Si me porto bien que me dan…?
Esta creencia combinada a los juegos con el eje temporal produce simulaciones del tipo: dejaré mi trabajo aquí porque me ofrecen 15% más allí; con un salario X podría mudarme al barrio Z en seis meses; si en 1996 no hubiera vendido esas acciones de Amazon hoy seria millonario; si en el 2004 hubiera aceptado ese trabajo en Tailandia me hubiera muerto en el tsunami; si me hubiera casado con X hubiera sido “buen partido”; si me ascienden y me dan un coche voy a vender el mío e irme de vacaciones a Maldivas; si mi coach de natación no hubiera sido tan indulgente, llegaba a los juegos olímpicos…y así podríamos seguir por varias páginas solo con esta única creencia.
Tomemos otra creencia. Esta es un poco más complicada, la confianza:
Prefiero no hablar con X porque mañana se lo cuenta a todo el país; cuidado con Z porque a W le hizo la vida imposible en un viaje a Turquía; yo no votaré jamás al partido N porque dejó en ruinas este país; no lo conozco a S pero me han dicho de buena fuente que es una buena persona; a T mejor no lo invites que es el que luego le cuenta todo lo que decimos al jefe…también podríamos seguir escribiendo muchas páginas con esta creencia.
Resumiendo
Las cosas que creemos o interpretamos ACERCA del pasado o del futuro, NO ocurren en otro tiempo ni en otro espacio. Ocurren aquí y ahora.
Sin embargo,
- Lo que creemos o interpretamos ACERCA del «FUTURO» (sea + o -), sí afecta lo que hacemos, pensamos o sentimos HOY, aquí y ahora.
- Lo que creemos o interpretamos ACERCA del «PASADO» (sea + o -), sí afecta lo que hacemos, pensamos o sentimos HOY, aquí y ahora.
- Lo que creemos o interpretamos ACERCA del «PRESENTE» (sea + o -), puede afectar lo que hagamos, pensemos o sintamos en el FUTURO, o también puede afectar la manera en que “editamos” nuestras memorias y recuerdos (“el relato”) de nuestro propio PASADO.
Los modelos mentales causa-efecto, estímulo-respuesta, acción-consecuencia, hacen posible un juego de combinatorias sobre el eje temporal. Son meras “proyecciones”, pero permiten la aparición de “escenarios potenciales”, “situaciones condicionales”, “posibilidades” y hasta un cálculo de “probabilidades”.
Tanto las creencias como las proyecciones sobre el eje temporal son todas elaboraciones y productos de nuestra mente. Refieren y señalan historias pasadas o futuras, imaginarias y no tanto, pero siempre lo hacen desde el presente, aquí y ahora.
Sufrimiento presente
El sufrimiento (que sí se siente aquí y ahora), se produce al contrastar, comparar, preocuparse, pronosticar, temer, proyectar, anticipar, imaginar o suponer eventos negativamente cargados como consecuencia de todas estas capas sucesivas de elaboraciones mentales. Los productos, el productor, el sufrimiento y quien sufre comparten un mismo origen.
Con solo observar con calma lo que sí está presente aquí y ahora (y no todo lo que yo creo, interpreto, pienso o siento acerca de lo que sea), ese “mundo” ficticio se desvanece, desaparece, colapsa para mostrar su naturaleza ilusoria.
Es importante internalizar todo esto para aquellos que sufren de estrés crónico, ansiedad, preocupaciones, angustias o recuerdos traumáticos que invaden el presente de manera recurrente.
Nota del Lic. Leandro Javier Perez Surraco
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