Anatomía del Sufrimiento

¿Por qué anatomía?

Porque es una disección exploratoria y macroscópica de cómo y por qué el animal humano “sufre”. Cómo es que producimos patrones mentales, emocionales y comportamentales que nos conducen al sufrimiento.

Dolor

El dolor es corporal y difícil de evitar ya que resulta funcional a nuestra supervivencia. Muchos animales experimentan dolor físico. Los humanos nos golpeamos el dedo del pie con una mesa y ese dolor (junto a los insultos) es inevitable. Nos quebramos una pierna y ese dolor es inevitable. Nos quemamos la mano con una olla y ese dolor es inevitable. El dolor incapacita e inmoviliza para evitar un daño mayor o para poner en alerta acerca de un daño en proceso. El dolor es sincrónico con el evento que lo provoca.

Sufrimiento

El sufrimiento es diferente al dolor. Sufrimiento por haber sido aplazado en un examen clave de la carrera; sufrimiento por la muerte de un familiar; sufrimiento por sentirse abandonado, sufrimiento por sentirse traicionado; sufrimiento por sentirse impotente; sufrimiento por la deslealtad o la infidelidad; sufrimiento de ver la pobreza y la ignorancia; sufrimiento de ver la destrucción; sufrimiento por una crisis de significado…

Estos y muchos otros ejemplos, son sufrimientos que la mente humana elabora y desarrolla en el lenguaje y en la convivencia, en la cultura y las costumbres, en la educación común y en los consensos y coordinaciones colectivas. El sufrimiento aparece cuando la realidad que percibimos no se condice con nuestras expectativas. 

Pensamiento

Coleccionamos todo tipo de pensamientos, teorías, juicios de valor, creencias, emociones y explicaciones que luego entran en conflicto entre sí. Nos cuesta mantener la coherencia, la consistencia y la congruencia entre tantos “dominios” distintos. Con un origen y una evolución muy heterogéneos, estos “dominios” no son algo físico ni tangible. Son ideas, afirmaciones, creencias, hipótesis, apegos, miedos, supuestos, valores, sentimientos pero todos inmateriales, no localizados ni localizables, intemporales, no cuantitativos. Le dan forma a un paisaje mental cambiante que resuena y se adapta junta a los cambios de su entorno.

El sufrimiento es asíncrono respecto a su origen, puede aparecer o reaparecer mucho tiempo después del evento disparador. De hecho, la rumiación y la elaboración posteriores le van dando mayor entidad y forma, lo alimentan y lo desarrollan.  

Los pensamientos convocan a otros pensamientos, se entrelazan con emociones, se entretejen con las memorias (incluso traumas) del pasado. Aparece el temor a que aquello que recuerdo se repita y entonces vuelva a sufrir nuevamente. Esta escalada por rumiación es una producción mental peligrosa. Vale la pena observarla con cuidado ya que cada capa adicional que se superpone, nos aleja más y más de lo que acontece aquí y ahora.

Reemplazamos progresivamente lo que ocurre con lo que interpretamos, asumimos y sentimos. Lo que es y lo que parece ser, lo que logro recordar, lo que me imagino, lo que temo, lo que me contaron pero elijo creer, animosidades, teorías conspirativas, anhelos o deseos. Todo se entremezcla de acuerdo a las posibilidades creativas de cada mente. El dolor es más cercano al cuerpo, el sufrimiento es un producto de la mente inquieta.  

Sufrir por el miedo o sufrir por el apego

Sabemos que sufrimos y sabemos que no nos gusta sufrir. Tratamos activamente de evitar el sufrimiento. Lo rechazamos, tratamos de huir o de alejarnos de él.

También sabemos que nos atrae el placer y el confort. Lo deseamos, tratamos de tenerlo y de retenerlo, nos apegamos a las cosas, a lugares, a personas y experiencias. Tenemos miedo a perder todo lo bueno, dependemos de tantas cosas para poder “ser felices”.

Esta estrategia proactiva y permanente de huir, alejarnos o rechazar aquello que nos atemoriza y de aferrarnos a todo aquello que nos da placer y comodidad nos hace más y más vulnerables a los cambios no deseados.    

origen del sufrimiento

Una mirada equivale a una interpretación

Cuando miramos a nuestro alrededor, no lo hacemos de manera pasiva. Interpretamos lo que vemos desde nuestra propia biografía.

Nos parece que no todos sufrimos por igual, ni por las mismas razones, ni con la misma intensidad.

Algunos parecen ser más «felices» y otros se ven «tristes». Están los que lo dicen y los que lo callan. Los resignados y los que lo aceptan. Los que luchan con pasión para cambiar el mundo y los que huyen o se corrompen.

Las caras del sufrimiento humano son muchas: angustia, tristeza, depresión, ansiedad, miedo, melancolía, pánico, ira, apatía, agotamiento, resignación… Si tratamos de entrar en su semántica unas y otras se solapan, los bordes conceptuales entre las emociones y como las sentimos son siempre borrosos.

Los expertos se ponen nerviosos. Se esfuerzan por definir, clasificar, mapear y pulir su taxonomía. Pero las ideas, los conceptos y los sentimientos son constructos mentales escurridizos, evasivos, se resisten a entrar dentro de marcos y a exhibirse en colecciones.      

Las caras de la felicidad también muestran su diversidad: alegría, satisfacción, orgullo, logro, éxito, diversión, éxtasis, gozo, plenitud…Definir por los opuestos tampoco ayuda de mucho.

El nodo o el factor común

Podemos preguntarnos:

  • ¿Quién decide que un cambio se ha vuelto “una adversidad”?
  • ¿Quién coloca el signo de afecto “positivo” o “negativo” a cada suceso?
  • ¿Quién dice que esto es duelo y aquello es celebración, que esto es lindo y aquello feo, que esto es bueno y aquello malo?
  • ¿Quién acepta o rechaza en base a sus propias creencias, gustos y preferencias?  

Es la mente. Mejor expresado, mi mente. Ya que “yo” no tengo acceso a lo que piensan y sienten otras mentes. Solo puedo escuchar sus palabras, observarlos y hacer mi propia interpretación (que siempre me pertenece).

Otra enigmática entidad se cuela en la escena: el “yo”. Un relato que procesa y elabora los otros relatos. Se podría llamar el «meta-relato». Dice tener una “identidad” por lo cual debemos inferir que hay algo que se mantiene “estable” y lo define a lo largo del tiempo. ¿Sera…?

Yo

En parte consciente y en parte inconsciente este “yo” ha sufrido de personalidades múltiples a lo largo de la historia de la psicología: ego y alter-ego, superyó o ello, mente versus cerebro, persona, personalidad y carácter, subconsciente e inconsciente, el self, la sombra, cuerpo, alma y espíritu, instinto, genes o epigenética, innato o adquirido, con información almacenada en bits, o con hologramas y fractales, conductista o cibernético…

El meta-relato del “yo” es un reflejo de las muchas mentes que le han dado forma. Un ecosistema de ideas vivas y cambiantes a lo largo de los siglos. Así las cosas, las teorías psicológicas que no hallaron una reconciliación entre ellas , dieron lugar a sus múltiples “escuelas” (interpretaciones).                  

Esa entidad misteriosa llamada “yo” que percibe, asigna afectos, separa, explica, abstrae, clasifica, relaciona, hace juicios y critica los eventos de la vida es la misma entidad que se siente perturbada, estresada, deprimida, feliz, ansiosa o melancólica a raíz de las contradicciones entre sus expectativas y sus experiencias, entre sus deseos y sus miedos, entre lo que ocurrió y lo que hubiera querido que ocurra, entre el futuro que desea y el futuro que se imagina, etc.

El endeble meta-relato “yo” busca desesperadamente en su entorno (que imagina “exterior” a él), las causas de sus males, congojas, placeres y alegrías. Esto sin darse cuenta de que sus males, congojas placeres y alegrías son los sub-productos de su propia operación y de su propio devenir histórico. Lo que cree poder buscar y encontrar por “allí afuera” esta únicamente “aquí adentro”.

«El sufrimiento llega cuando tus pensamientos acerca de cómo deberían ser las cosas no encajan con lo que en realidad son».

Brad Warner

Percepción

Sus órganos de los sentidos lo condenan a percibir ciertas diferencias acotadas dentro de umbrales fisiológicos. Del vasto universo, solo ve lo que puede ver, oye lo que puede oír y huele lo que puede oler. Sobre estos incompletos “informes» o «noticias”, luego elabora, construye, recuerda, asocia, relaciona, abstrae, edita, concluye, teoriza, cree y explica.

A estas alturas, su propia tormenta de elucubraciones yuxtapuestas lo han alejado de cualquier frágil idea de “realidad externa”. El ya endeble meta-relato “yo” ahora se eleva hacia una dimensión propia y personal cuya intangible arquitectura se ha ido modelando a lo largo de la historia de sus experiencias vivenciales (ontogenia), y siempre dando continuidad al hilo conductor de su devenir como especie (filogenia).

Ahora entendemos porque las escuelas psicológicas no llegaron a grandes consensos o acuerdos, la complejidad y las incertidumbres aumentan conforme aumenta el conocimiento.

Avenidas          

Cuando menos tenemos ya una primera, simple y muy humilde contribución para hacer, para intentar reducir el sufrimiento hay dos grandes avenidas:

  1. Eliminar o disminuir el pensamiento (meditación + no-acción).
  2. Reemplazar mis pensamientos disfuncionales por otros pensamientos y emociones que resulten funcionales o más efectivos (cambio por aprendizaje + acción).
meditar o pensar diferente

Lo que quiera que la mente haya estado haciendo para producir ese sufrimiento debe cambiar hacia la producción de bienestar.

La víctima

Culpar «al exterior», al «mundo», «la realidad», «el destino», «el karma», la economía, los otros o a una conspiración internacional, solo agrega sucesivas capas de construcciones mentales que NO resultan funcionales a nuestro bienestar sino que nos dejan en el lugar de víctima.   

víctima o protagonista

 

Estrategias para el cambio cognitivo

En esta segunda «avenida» que mencionamos antes, la transformación personal ocurre mediante el cambio de nuestro modo de pensar a través del aprendizaje y la toma de acción en el eje:

Pensamientos-> Emociones-> Comportamientos  

Alternativas para una intervención de cambio:

1 -> Entender lo que me hace sufrir y evitarlo o disolverlo (acción sobre el propio estresor).

2 -> Cambiar el punto de foco y la perspectiva. Cambiar mi energía y mi atención.

3 -> Cambiar mi evaluación o mi marco de referencia (creencias, paradigmas, supuestos).

              – La manera en que leo y entiendo la situación

              – Los diferentes recursos con los que cuento

              – La interpretación de las consecuencias

              – El significado que le asigno 

4 -> Trabajar sobre mi respuesta emocional (distracción, supresión, meditación, técnicas de respiración, aceptación, técnicas de relajación, dieta/microbioma)    

5 -> Trabajar sobre mi respuesta fisiológica/corporal (meditación, respiración, aceptación, técnicas de relajación, dieta/microbioma).

 

«El dolor es físico, el sufrimiento es mental. Más allá de la mente no hay sufrimiento. El dolor es esencial para la supervivencia del cuerpo, pero nadie te obliga a sufrir».

Sri Nisargadatta Maharaj

Nota del Lic. Leandro Javier Perez Surraco

Si buscas mejorar la gestión de emociones y pensamientos que sabotean tu bienestar y te llevan al sufrimiento, puedes escribirnos a CONTACTO Bienestar Resiliente.

Deja un comentario