La huella mental

Huella mental

Todo lo que hacemos tiene consecuencias naturales. Así como nuestras acciones dejan su huella ambiental, de carbono y de agua, nuestra mente al pensar también deja su propia huella.

Cuando nuestra mente está muy activa, deja una “huella mental”, un rastro difuso de otros pensamientos y sentimientos que se fueron disparando a consecuencia del primero.

Dependiendo de que tan “ruidosa” (educada, creativa, imaginativa, paranoide, ansiosa), sea nuestra mente al trabajar, dejará tras de sí un cúmulo de ideas, cosas, tareas, emociones, preocupaciones, conectadas y no tanto, con la idea inicial.

No tenemos pensamientos “en el vacío”, que empiezan y se extinguen. Más bien los conectamos, comparamos, evaluamos y relacionamos dejando una larga huella de naturaleza egoica y autobiográfica.

Nuestras ideas dejan huella porque abandonan el presente y navegan por el eje temporal hacia el pasado y/o el futuro. Conectamos recuerdos y memorias o nos preocupamos por futuros escenarios, más o menos posibles…

También nos movemos a través del eje polarizado del afecto. Según nuestro propio juicio de valor, lo que pensamos nos resulta positivo o negativo, mejor o peor, agradable o desagradable, esto siempre desde el punto de vista egoísta.

Así es que terminamos deseando, esperando, anhelando, codiciando o, alternativamente, temiendo, rechazando, huyendo, escapando, quejándonos.

La huella mental es proporcional al volumen y a la complejidad de la operación mental. Siempre hay algún lejano «disparador» inicial, pero al adicionarle sucesivas capas de elaboración y valoración, resulta casi imposible saber cómo llegamos al final del hilo actual.

Si notamos que hay una recurrencia en las preocupaciones, frustraciones, remordimientos, culpas, ansiedades, melancolía, etc. es que no hay suficiente claridad ni simplicidad. La mente está desorganizada y dispersa en un mar de pensamientos y sentimientos, por eso hay ruido y confusión.

Ruido mental

Alternativas para reducir la huella mental y ganar claridad

  1. Una alternativa valiosa es retomar el control de las acciones que sí resultan posibles. Entender lo que controlo y lo que no controlo. Lo que puedo influenciar y lo que no puedo influenciar. Lo que depende de mí y lo que depende de otros. Cuando puedo hacer algo, lo hago. Contribuyo, sirvo, ayudo y sumo.
  2. No practicar la “multitarea”, que es la definición de la falta de foco y la dispersión. En la multitarea no estoy presente en ninguna de las cosas que pretendo estar haciendo. Consecuentemente, tampoco me permite avanzar en ningún frente, solo trae frustración y estrés.
  3. No vivir abrumado y esclavizado por y para el teléfono o las pantallas. Cuando hago deporte hago deporte. Cuando escribo, escribo. Cuando duermo, duermo. Eso es no generar ruidos ni huellas. El teléfono (como adicción), solo me subordina a la agenda de los otros.
  4. Regresar al presente. Visualizar que el ruido y la confusión están en mi mente, no “allí afuera”. La mente se escapó al pasado o al futuro (que no existen ni aquí y ahora) y solo la mente puede me puede regresar al presente.
  5. Gestionar y apaciguar mis emociones y expectativas. En el eje afectivo de los deseos y los miedos, los apegos y rechazos, debo buscar la moderación. Ni explotar de excitación, ni deprimirme. Permanecer centrado y no engancharme al cambiante flujo de sentimientos y pensamientos que pasan como rayos en una tormenta de verano.
  6. Practicar una actividad física, caminar en la naturaleza o incluso ir al gimnasio puede ser una gran idea para aclarar la mente. Siempre y cuando uno esté presente en esa actividad física, y no pensando en otras cosas.
  7. Practicar el agradecimiento y la aceptación de lo que ES y acontece, tal y como ES y acontece. Las expectativas son una yuxtaposición de la mente por sobre lo que acontece. Desconocemos la realidad y la reemplazamos por un modelo propio. En consecuencia, aparece una brecha entre lo que deseo y la realidad que es.
ruido mental
El agua quieta y sin reverberaciones permite el reflejo de la naturaleza.

Conclusiones

Si buscamos reducir el calentamiento global, tenemos que bajar la huella de carbono.

En la mente pasa algo parecido, para lograr el bienestar necesitamos reducir nuestra huella mental.

Bajar las emisiones mentales de ruido, confusión, estrés, ansiedad, contrariedad, conflicto, preocupaciones, miedos e incertidumbres. Dejar lo que acontece tranquilo, limpio y cristalino, tal y como lo encontramos. No agregar capas y capas de elaboración propia, sino solo admirar su naturaleza.

Cuando uno respeta la naturaleza y organiza un picnic en el bosque, recoge siempre toda su basura. Antes de marcharse, deja todo limpio y tal cual estaba antes de llegar. Sin suciedad y sin ninguna huella de nuestra invasiva presencia.

Del mismo modo, no debemos llenar lo que acontece naturalmente con basura mental propia. Trabajemos por una mente más clara, más presente, más quieta y centrada. Una mente que no contamina ni ensucia con la artificialidad de sus productos.

ruido mental

Lic. Leandro Javier Pérez Surraco

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