Expectativas versus Espontaneidad

A las pruebas me remito  

Si el lector dedica quince minutos navegando por la sección de libros de Amazon podrá encontrar bibliografía «reveladora» sobre la naturaleza del homo-sapiens (vale aclararlo, homo sapiens: latín, «hombre sabio»).

Tome los siguientes títulos a modo ilustrativo:

Sí… todos estos títulos son reales, existen, se venden y la gente paga buen dinero por ellos.  

Gregory Bateson, un asombroso etólogo, epistemólogo y sociólogo escribió sobre las paradojas patológicas del lenguaje (1)(2). Un ejemplo interesante es el caso de la frase: «¡Sé espontáneo!».

Si usted obedece y trata de cambiar su comportamiento para «ser espontáneo» como se le ha indicado, entonces no sería espontáneo, sino que estaría respondiendo a lo que se le ha instruido. Si en cambio decide no hacer caso e ignora a su interlocutor, entonces usted continuaría no siendo espontáneo.

Expectativas

La clave para resolver la paradoja es analizar las «expectativas» previas de cada una de las partes involucradas.

¿Quién espera qué, de quién y por qué?

¿Qué expectativas son propias y cuáles expectativas le pertenecen a los otros?

Las expectativas propias y ajenas sobre el comportamiento son una constelación dinámica y compleja con la que debemos lidiar todos los días.

Vivimos rodeados de múltiples redes con diferentes expectativas: amigos, familia, escuela, sociedad, cultura, religión, profesión, oficina, deportes, etc. En un mundo repleto de expectativas -muchas de ellas contradictorias entre sí- nuestro comportamiento puede caer fácilmente en una trampa para intentar encontrar su «espontaneidad», «autenticidad», «credibilidad» o simplemente una «identidad».

Para empeorar las cosas, la mayoría de estas «expectativas» no suelen ser explícitas sino implícitas y algunas son hasta meras suposiciones de lo que “el otro está esperando» de mí, de la situación, del puesto, de la profesión, etc.

Expectativas

El perro de Pavlov…y el mío  

Echemos ahora un vistazo al proceso de entrenamiento canino: el entrenador de un perro está siempre reforzando y restringiendo ciertos comportamientos a lo largo del tiempo. Un perro «entrenado» es aquel que ha sido condicionado para minimizar su propio repertorio canino “espontáneo” y comportarse de acuerdo con una determinada instrucción (expectativa) en la mente del entrenador (sea llevar el periódico a casa, buscar y entrgar una pelota, sentarse y dar la pata, etc.).

Técnicamente hablando, el entrenador reduce la gama de posibles conductas «espontáneas» del perro seleccionando a través del condicionamiento (recompensa, afecto, indiferencia o castigo), exclusivamente aquel comportamiento deseado. Deseado por el entrenador, no por el pobre perro.

Cuando el resultado del proceso de entrenamiento canino es «efectivo» o «exitoso», entonces el perro ejecuta exactamente el comportamiento que el entrenador espera de él, y ningún otro que nazca del perro o quiera él hacer espontáneamente.

La parte interesante de este ejemplo de aprendizaje es que el perro será considerado «educado” o “inteligente”, si y solo si, exhibe la conducta que coincide con la expectativa del entrenador. En consecuencia, luego del proceso de «aprendizaje», solo queda un comportamiento posible que es «apropiado», y es el que coincide unívocamente con lo que espera observar el entrenador. Esto equivale a la única respuesta «correcta» del test. Todo el resto de las posibles conductas del repertorio “espontaneo” se han transformado ahora en incorrectas. Han sido suprimidas luego del proceso de entrenamiento.

La efectividad del proceso de aprendizaje consiste en dar la respuesta que espera el entrenador, no en comportarse con espontaneidad.

La educación se pone interesante  

Regresemos ahora al campo de las expectativas humanas, a la espontaneidad humana y a esa fantástica lista de «libros de desarrollo» que he citado más arriba.

Puede el lector encontrar un factor común: estos libros ofrecen cambiar un repertorio de comportamientos para poder satisfacer una expectativa. Son totalmente pragmáticos: ser y parecer, son solo distinciones semánticas. Lo importante es lograr el resultado final que se busca: la conducta aceptable para otros.

En cierto modo, vemos que el enfoque para el aprendizaje canino y para el aprendizaje humano tienen algunas alarmantes similitudes…

En una evaluación universitaria de “multiple choice” la respuesta que recibe una cruz en la «casilla correcta” es la única que cuenta para concluir que hubo un «aprendizaje efectivo». Lo complejo se reduce a lo simple para hacerlo fácil de gestionar. Se observa o no se observa la conducta “correcta”.

El diseño

No solo los libros, sino también muchas otras actividades del quehacer  humano están diseñadas para satisfacer las expectativas de sus diseñadores.

«Diseñar» implica tener un propósito en mente. Cuando hablamos de «alinear» y «priorizar» objetivos, por ejemplo, estamos reduciendo todo el universo de posibles alternativas («espontáneas») a unas pocas que permiten una gestión sencilla y veloz.

El proceso de selección (y por lo tanto, de exclusión) de alternativas hace un uso astuto de la aceptación, el reconocimiento, el rechazo y la recompensa del grupo para reforzar ciertos resultados esperados.

El proceso de «alineación» (poner en una misma línea), al mismo tiempo que facilita también reduce las alternativas ya que, como vimos antes, descarta activamente todas aquellas otras posibilidades consideradas «incorrectas» o «inválidas» (para alguien).

Pero el problema es que el aprendizaje debería crear nuevas capacidades para la acción efectiva. Como seres humanos, innovamos creando soluciones nuevas, diversas y disruptivas. Si en un proceso que apunta a la creatividad o a la innovación, la respuesta “correcta” ya es conocida de antemano, entonces garantizado que no habrá creatividad alguna. Del mismo modo que en el “multiple choice”, usted debe marcar únicamente la respuesta correcta.

Como paradigma predominante, el aprendizaje se utiliza y se interpreta como una práctica orientada a determinados resultados, un medio para un fin. Como dijimos antes, connota un propósito y un diseño ad hoc.

La evaluación

Cuando se evalúa el éxito o el fracaso de un proceso de aprendizaje se compara la expectativa de quien diseña y evalúa con el resultado alcanzado por el aprendiz. La «efectividad» es entonces un juicio a posteriori que surge de la correspondencia (o no) entre la expectativa previa y el resultado observado.

De hecho, esto es compartido por muchas formas de evaluación diferentes (de desempeño, de potencial, de conocimiento, de habilidad, de capacidad física, psicológica, técnica, emocional, entrevista de selección, etc.).

Los profesionales de recursos humanos están familiarizados con la práctica de clasificar a los empleados para que encajen en una curva de distribución gaussiana en función de su desempeño. La calificación y la clasificación (en un ranking de mejor a peor), representa la capacidad de cada empleado para satisfacer las expectativas de rendimiento de alguien.

El futuro

Los empleados también se clasifican de acuerdo con su «potencial de carrera». El «potencial» es aquí un término mucho más osado y temerario, ya que pretende ser un “pronóstico o predicción” de la capacidad de una persona para satisfacer las expectativas y demandas de un rol y de un entorno futuros

bola mágica

Cuando contratamos personas, el proceso de selección escoge o descarta a los candidatos en función de una compilación de ejemplos de comportamientos pasados que se recaban durante la entrevista laboral. Esa descripción de los comportamientos pasados se utiliza para poder predecir el comportamiento futuro del candidato en un determinado rol (vacante). Las expectativas sobre el puesto a cubrir son las que dirigen el proceso de entrevistas mediante un listado de competencias incluido en la descripción del puesto.

Suponer que el comportamiento pasado es la mejor manera de predecir el comportamiento futuro, deja de lado la variable aprendizaje-cambio-evolución en el repertorio de la persona. Lo aceptamos a regañadientes porque es lo único tangible que tenemos para trabajar sin caer en interpretaciones, pronósticos, percepciones, intuiciones, etc.   

Como se puede ver, las «expectativas» se cuelan por todas partes. Dentro y fuera del trabajo. Podríamos decir que las expectativas son la configuración mental de partida para cualquier evaluación o decisión acerca del “éxito” o del “fracaso” de una persona.

Las «expectativas», tanto las ajenas como las propias, tienen consecuencias trascendentales en el curso de nuestras vidas por lo que deberíamos ser extremadamente cuidadosos a la hora de detectarlas, analizar su origen, hacerlas explícitas y observar su evolución en el tiempo.

Volviendo a las preguntas anteriores:

¿Quién espera qué, de quién y por qué?

¿Qué expectativas son propias y cuáles expectativas le pertenecen a los otros?

Diversidad

Más allá de las métricas clásicas de «Diversidad e Inclusión», la esencia misma de la diversidad y de la inclusión (y no de las métricas que intentan describirlas), comienza a nivel individual y se basa en una comprensión profunda de estas paradojas: yo-otros, espontaneidad-expectativas, ser-parecer, diversidad-alineación, inclusión-exclusión (selección), aprendizaje-condicionamiento, alternativas creativas-respuesta correcta.

¿Estamos preparados para apreciar, valorar y celebrar el repertorio natural que aporta la espontaneidad humana, la diversidad y el libre albedrío? 

¿Somos capaces de legitimar la existencia de diferentes visiones, opiniones, explicaciones, opciones, alternativas y puntos de vista?

¿Estamos utilizando el aprendizaje para crear nuevas y diferentes posibilidades para la acción?

Cuando aplicamos la recompensa, el refuerzo, el reconocimiento, la aceptación o el rechazo grupal para «alinear» la diversidad humana espontánea de ideas y comportamientos, entonces las «expectativas» de alguien -o de algunos- se convierten en la configuración de un sistema social que refuerza o restringe el comportamiento (la «Matrix»). Ese sistema social puede llegar a ser muy extorsivo porque reconoce o excluye ciertas ideas o comportamientos siempre desde un determinado set de expectativas.

Y las “expectativas” siempre le pertenecen a alguien. Son autobiográficas, es decir tienen su origen en experiencias, creencias, valores y convicciones personales. Son también pasibles de sufrir múltiples sesgos cognitivos, pero les damos un inmenso poder para decidir cosas muy importantes: lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal, la verdad y lo falso, lo efectivo y lo inefectivo, etc..

Como en toda paradoja, el problema y la solución conviven en el propio planteo. 

Ahora, para evaluar si el lector ha aprendido luego de esta lectura le haré un test. Usted siéntase libre de elegir, basado en su identidad y en su libro favorito del listado anterior, pero por favor esta vez: «¡Sea espontáneo!»

 

Nota del Lic. Leandro Javier Pérez Surraco  

Referencias     

1.      Toward a theory of Schizophrenia. Gregory Bateson, Don D. Jackson, Jay Haley, John Weakland. 1956

2.      Steps to an ecology of mind. Gregory Bateson 1972

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