Ambiciones [des] medidas

Hay tres creencias fuertemente ancladas en la sociedad de consumo que, cuando la persona las hace propias, pueden convertirse en una trampa y afectar seriamente su nivel de bienestar y su calidad de vida:

  1. Expectativa de éxitos crecientes
  2. Ganar la competencia  
  3. Dinero para ser feliz


Expectativa de éxitos crecientes

Muchas personas suelen creer con bastante firmeza en el trabajo duro y la dedicación personal como medio para alcanzar los grandes logros. Esto tiene un lado muy positivo, el enfocarse en la mejora de sí mismo y tomar la responsabilidad por el resultado alcanzado. Pero también tiene una arista filosa: cuando la persona desplaza permanentemente sus propios umbrales de expectativa para intentar lograr más y más. Este fenómeno adictivo se conoce como “auto-explotación”. Es una competencia contra sí mismo, supervisada por uno mismo para superase a sí mismo. Aparece entonces un mandato auto-impuesto de mejorar y lograr el éxito a cualquier precio. El estresor ya no está “allí afuera”, en el entorno, sino que es interno, mental. Nuestra mente provoca su “insatisfacción programada”. Todo logro deja de serlo al poco tiempo y hay que moverse adelante.

Exacerbar el inconformismo con los propios logros resulta instrumental para un sistema económico que busca las utilidades crecientes. Del mismo modo en que resulta conveniente un ciclo de obsolescencia y caducidad de los bienes y servicios para poder ofrecer luego otros más nuevos y más rentables. El crecimiento “perpetuo” de las utilidades solo puede darse si todos los componentes productivos del sistema persiguen la misma idea de “perpetuidad ascendente”, incluido el recurso humano. Nos convertimos en esclavos de nosotros mismos para ser luego esclavos
del sistema.   

Ganar la competencia  

Al igual que ocurre entre empresas, entre naciones o entre deportistas profesionales, el individuo compite libre e independientem

ente contra otros individuos para intentar “ganar”. Se establecen así relaciones comparativas de exclusión: si tú eres el mejor, entonces yo soy peor; si tú ganas, yo pierdo.

La opción al fracaso es simple: debo superarme, debo esforzarme más, debo hacer algo diferente, debo reinventarme, debo entrenar más duro, debo dedicarle más tiempo, debo dejar otras cosas de lado, debo enfocarme, debo ser más inteligente…

Como en toda competencia, la marca del desempeño “ganador” se desplaza progresivamente hacia arriba y, por lo tanto, el nivel de dedicación, esfuerzo, presión y estrés solo se incrementan a lo largo del tiempo.

Complementariamente, solo los ganadores suben al podio y salen en las fotos, el resto de los competidores se convertirá en un pelotón anónimo de perdedores. La exaltación del triunfo junto a la indiferencia ante los que pierden, adiciona un bucle adicional de refuerzo y restricción: el reconocimiento social para quien gana, el sufrimiento del anonimato para quien pierde.

En una sociedad adicta a las apariencias y la posverdad de las redes sociales, el anonimato y la invisibilidad social se sufren como una forma de tortura.

La comparación con el otro con el ánimo de resultar mejor o diferente se ha vuelto tan enfermiza que en un interesante estudio, la gente llegó a contestar que prefería trabajar en un lugar donde ganaba menos dinero pero estaba remunerado por encima de sus colegas que trabajar en un lugar donde ganaba más dinero pero se ubicaba por debajo de sus colegas.  

Dinero para ser feliz

El dinero, ha estado asociado desde siempre a la comodidad, la seguridad, la tranquilidad, los símbolos de status, el éxito, etc. Adicionalmente, el dinero brinda acceso directo al consumo de las tan codiciadas “distracciones de la mente”: bienes, servicios y experiencias de tipo corporal, mental y/o emocional, que nos mantienen entretenidos en algo que nos resulta placentero (a tal punto que pagamos por ello…).

Millones de atractivas ofertas, una más novedosa que la otra, inundan el mercado, compiten por nuestra atención y terminan desplazando a la frágil idea de felicidad. Se confunde e intercambia “felicidad” con “placer” o “confort”.

En la búsqueda de más dinero para poder consumir una mayor cantidad, calidad e intensidad de experiencias, el buscador crónicamente insatisfecho se somete voluntariamente a trabajos, jefes, valores, estilos y lugares que terminan comprometiendo su felicidad. Ha ingresado en el fatídico ciclo del consumo de distracciones.        

Estas tres creencias tan “capitalistas” (Expectativa de éxitos crecientes, Ganar la competencia, Dinero para ser feliz) son abrazadas e internalizadas por una enorme masa de personas en el mundo, incluso en aquellos países auto-proclamados “comunistas” o “socialistas”, cuyo discurso pareciera ser “anti-capitalista”.

EPILOGO

Las tres creencias trabajan de modo sinérgico, impulsando al individuo hacia una espiral solo gobernada por la medida de su propia ambición y reforzada socialmente a través del reconocimiento, la imagen de éxito, la visibilidad, el poder, la influencia, los símbolos de status, la propaganda mediática, los “likes” de las redes sociales, etc.

Cuatro fuerzas fundamentales movilizan al individuo dentro de esta espiral:

  • La dependencia adictiva al “éxito” individual y al reconocimiento social
  • Imponerse o diferenciarse comparativamente de los demás
  • Comprar el acceso a más y mejores experiencias placenteras   
  • El temor al fracaso y su consecuente “invisibilidad” pública   

En el nivel organizacional, aquellos sistemas que adhieren a estas mismas fuerzas modeladoras y las aplican consistentemente a lo largo del tiempo, obtendrán una población fuertemente enriquecida en perfiles congruentes, esto es: grandes egos, orientación al dinero, orientación al poder, necesidad de visibilidad y reconocimiento personal e individual.

El ecosistema selecciona mediante sus propias reglas de juego a aquellos individuos que se sienten confortables en ese entorno.   

Haga el lector un sencillo ejercicio: eche un vistazo rápido en el perfil de los mandatarios globales, nacionales y corporativos de gran notoriedad actual. Trate de perfilar lo que ha sido seleccionado.

¿Ha encontrado un patrón recurrente de humildad personal, orientación a los valores humanos, compasión, servicio desinteresado al bien común, contribución a la sociedad y sentido de legado a las generaciones futuras…?

Como todo proceso de amplificación espiral, la escalada de las grandes ambiciones y expectativas del ego siempre encuentra algún límite físico, biológico, económico, moral…o si no legal…

“Rendirse nunca es una opción” Lance Armstrong

“Sin utilizar sustancias dopantes, es humanamente imposible ganar el Tour” Lance Armstrong

¿Por dónde pasa la línea divisoria entre la “mejora continua” y la “insatisfacción crónica”, entre la “sana ambición” y la “codicia”, entre la “pasión por ganar” y “hacer lo que sea por ganar”, entre “pensar en grande” y “narcisismo”…?

Una mirada a tiempo, atenta y reflexiva sobre todos estos aspectos, puede ayudarnos a mantener nuestra salud y bienestar alineados con nuestra vocación, nuestros valores y nuestro legado. Cuando todo esto ocurre a la misma vez, algunos lo llaman felicidad.   

Nota del Lic. Leandro Javier Pérez Surraco

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