Estilo de vida
Nuestro estilo de vida nos puede conducir a una alimentación más «reactiva» o «inconsciente», donde comemos lo que más nos gusta, lo que nos sirven delante, lo que nos preparan otros, lo más rápido, fácil, accesible, barato, cercano o práctico.
En la medida que tomamos mayor conciencia de la importancia e impacto de lo que comemos sobre la salud física y mental, la calidad de vida, el bienestar y la longevidad, nos volvemos más selectivos, conscientes y cuidadosos.
Convergencia trágica de factores
Permítanme citar hoy una serie de factores heterogéneos y aparentemente inconexos de nuestro día a día. A riesgo de que el lector se confunda un poco durante el relato, los conectaré al final de la nota.
- Con horario de oficina y una falta de tiempo casi endémica, tendemos a almorzar fuera de nuestra casa. A veces, según nuestro tipo de trabajo, cenamos también afuera con clientes, proveedores, socios, colegas o incluso con amigos y familia. Cocinamos mucho menos nuestra propia comida y utilizamos más los restaurants, tiendas, bares, rotiserías, locales de comida rápida, etc.
- Al regresar a casa luego del trabajo, ya bastante cansados y con mucha menos energía, podemos optar por llamar a un servicio de comida con envío a domicilio, comprar algo ya hecho en el supermercado o en algún local cercano. Si nos ponemos a cocinar algo será rápido, práctico y sin demasiada elaboración porque el tiempo propio es escaso y tenemos que aprovecharlo.
- El supermercado o el hipermercado, la fuente de suministros por excelencia de la familia moderna, ofrece una variedad de productos procesados, ultra-procesados, congelados, enlatados, desecados, pre-cocidos, envasados al vacío, en contenedores de plástico, de aluminio o de cartón impermeabilizado con recubrimiento plástico.
- La fruta y la verdura aprendió a madurar adentro de un camión de transporte. Además, las nuevas variedades genéticas han sido seleccionadas cuidadosamente por su conveniencia logística, para facilitar la distribución y para que tenga un mejor aspecto visual en la góndola.
- Adicionalmente, los cultivos durante la siembra, el desarrollo y hasta el momento final de su empaque usan abundantes fertilizantes y agroquímicos. Sea para controlar malezas, insectos, ácaros, bacterias, hongos, virus, y así aumentar el rendimiento económico de todo el proceso, desde el campo a la boca expendio.
- Los pescados grandes, que tanto apreciamos por sus excelentes virtudes nutricionales, acumulan hoy también metales pesados, dioxina, pesticidas clorados y micro-plásticos, porque usamos los océanos como un vertedero, particularmente con aquello muy costoso de reciclar, limpiar o depurar.
- Para elaborar la comida que consumimos, usamos un arsenal de productos químicos: conservantes, estabilizantes, edulcorantes, bacteriostáticos, antibióticos, aromatizantes, colorantes, emulsionantes, espesantes, anti-espumantes, anti-aglomerantes, acidulantes, buffers, etc.
- También reemplazamos los productos naturales caros por otros procesados más baratos como el jarabe de maíz, la albumina bovina, grasas trans, aceites hidrogenados, huevo y leche en polvo, mezcla de azúcar con sal como “mejorador de sabor” y, de paso, lo volvemos un poco más adictivo para el paladar.
- Los aceites prensados en caliente, azúcares, almidones y harinas refinadas blanqueadas químicamente, suman otro poco de artificialidad al repertorio de riesgos para la salud.
- El exquisito platillo se arma en casa con todos estos productos mezclados y, muy probablemente, se vuelve a sobre-cocinar en aceite hirviendo o se lo introduce en un microondas.
- Para beber tenemos bebida carbonatada artificialmente con hasta un 30% de azúcar refinado y otros tantos químicos adicionales. La alternativa «saludable» es el mismo constructo pero con una dosis superlativa de algún edulcorante de dudoso aporte a la salud.
- Alternativamente, algo de alcohol en sus diferentes variantes (cerveza, vino, espirituosas, o todas juntas y en ese orden).
- Si toma alguna medicación de manera crónica, es otro químico adicional a sumar en este complejo cóctel que va a ir directo al ya trastocado microbioma intestinal.
- ¿Qué tanto más puede hacer un cigarrillo? Adelante. Como sea el aire que respira en la ciudad también contiene polución, metales pesados y gases de los combustibles fósiles.
- ¿Quiere un chocolate o golosina también? Al menos si es un chocolate amargo y muy puro, le sirve para no deprimirse. El resto caloría hueca.
- A estas alturas estamos listos para ir derecho al sillón, poner la televisión o ver unos videos en Internet cerrando el círculo con algo de sedentarismo.
- Puede chequear sus mails y traer un poco del estrés laboral a su casa.
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La calidad de sueño esta noche estará sujeta al tenor de los mensajes que reciba de su jefe y a la luz azul de la pantalla de su laptop, tableta o móvil.
Modernidad y riesgo
Para cerrar con los hechos dispersos e inconexos, el ranking de las principales causas globales de muerte según la OMS: Cardiopatía isquémica, Accidente Cerebrovascular, Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, Enfermedades de las vías respiratorias, Cáncer (distintos tipos), Diabetes y Nefropatías.
Bien, como habrán notado a estas alturas, estos “hechos dispersos e inconexos” conforman el “estilo de vida moderno”, mal que nos pese.
Esta “modernidad” sostenida a lo largo de los años, acarrea cifras muy altas de obesidad, diabetes, sobrepeso, cáncer, infarto, ACV, trastornos auto-inmunes, alergias, problemas metabólicos, inflamación crónica, etc.
Las tan temidas calorías se han vuelto hoy en «el menos peor» de todos los problemas que enfrentamos.
La selección de todos estos factores anteriores, no es fortuita, sino que representa la cotidianeidad y la rutina de millones de familias. Todos somos presa de algunas o de muchas de estas amenazas, riesgos y descuidos que socavan paulatinamente nuestra salud y bienestar.
Conclusión
La única forma de prevenir es informarse, conocer, entender, cambiar los hábitos insalubres y cuidarse más. Ser selectivo y consciente con la calidad de lo que comemos.
Nuestra expectativa de vida se ha extendido. Llegar a los 85 o 90 años ya no es ni extraño ni poco habitual. El tema no es la longevidad (la cantidad de años) sino llegar con una mejor calidad de vida (funcional, neuromotora, cognitiva, memoria, social, sensorial, etc.).
Llegar a viejo para sobrevivir en una silla de ruedas, con diez medicamentos diarios y una enfermera de apoyo, no suena a un gran plan. Para tratar de evitarlo, las decisiones de cambio deben ser ejecutadas a largo plazo y sostenerse como un verdadero cambio de vida. Los impulsos breves, explosivos o transitorios no sirven de nada.
Intentemos tomar conciencia y actuar en consecuencia. Emprender cambios saludables y mantenerlos como un nuevo hábito no es sencillo, pero sí es posible.
Nota del Lic. Leandro Javier Pérez Surraco
Si a nivel personal o dentro de tu grupo de trabajo buscas mejorar tu calidad de vida junto con todas aquellas dimensiones que te conducen al bienestar, puedes escribirnos a CONTACTO Bienestar Resiliente.
Bibliografía Complementaria
Chemical risks associated with ready‐to‐eat vegetables
Contaminants in Fish: Washington State Department of Health
Microplastics in the Ocean – PubMed (nih.gov)
7 «Toxins» in Food That Are Actually Concerning (healthline.com)
Common food additives and chemicals harmful to children – Harvard Health
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/Soft Drink Consumption on Nutrition
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/Physiological and health implications of a sedentary lifestyle
How Blue Light Affects Sleep | Sleep Foundation
https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/the-top-10-causes-of-death