Habilidades de Comunicación: Acuerdos y Consensos

Habilidades de comunicación para la convivencia

Tanto ciudadanos como empleados defienden acaloradamente sus derechos y libertades individuales. Al mismo tiempo, hay gran reticencia por asumir los nuevos deberes y obligaciones que resultan de la propia convivencia, cada vez más cercana, dentro de mega-ciudades, barrios, comunidades, urbanizaciones, consorcios, instituciones y empresas. Hay mucha gente en el mundo, conviviendo cada vez más cerca y participando activamente en muchas decisiones.

Las reuniones con un gran número de participantes involucrados (sean presenciales o virtuales), son necesarias para discutir, definir, decidir y movilizar cualquier iniciativa hacia la acción y el resultado.

A la luz de esta nueva escala de la participación en casi todos los órdenes, resulta imprescindible una revisión de nuestra forma de interactuar dentro de colectivos humanos. Formando parte e influyendo, pero sin estar a cargo o definiendo.

Dialogar, lograr consensos y formular acuerdos para tomar acción, son habilidades comunicacionales esenciales que nos permiten movernos adelante de manera conjunta.

Tal vez si revisamos la secuencia básica para llegar a los acuerdos colectivos, pueden surgir algunas ideas.

OBSERVAR –> COMUNICAR -> CONSENSUAR

  1. Observar y describir lo que creemos ver
  2. Comunicarnos para buscar consensos acerca de lo que vemos como colectivo
  3. Coordinar compromisos para tomar acción conjunta

 

1. Observar y describir lo que creemos ver

Humberto Maturana replicó algunos experimentos previos de Roger Sperry con salamandras (anfibios) en donde rotaba quirúrgicamente uno de los ojos del anfibio en 180 grados, y dejaba el otro ojo intacto pero tapado para forzar la visión con el ojo rotado.

Resultado: el animal extendía su lengua a un punto en el espacio desviado 180 grados respecto a la posición real de la mosca blanco. Es decir había un “error de puntería” correlativo a los grados de rotación cambiados por la cirugía.

Segunda parte del experimento: Se tapa el ojo rotado por la cirugía y se descubre el ojo que está intacto. El anfibio esta vez extiende su lengua y atrapa la presa.

Resultado: “Acierto”. El animal ha recuperado su «puntería normal» y puede ver dónde está «realmente» la mosca.

Como Maturana no solo era un gran biólogo sino también un avezado epistemólogo, se dio cuenta de lo siguiente: el “error”, el “acierto”, la “puntería” y la ubicación “real” de la mosca se manifiestan como fenómeno únicamente en el dominio del sistema nervioso central (SNC) del observador (el propio Maturana en este caso) pero no en el SNC de la salamandra. En rigor, la salamandra extiende su lengua y atrapa o no atrapa… continuando su devenir en busca de otras moscas.

La visión “normal”, “la buena o la mala puntería”, “el error” o la ubicación “real”, son todas distinciones que aparecen (retrospectivamente) en la descripción del observador, nada de eso ocurre en el SNC del anfibio quien permanece totalmente al margen de tales elaboraciones.

Mientras tanto, algo muy parecido ocurría en el campo de la psiquiatría: cuando el psiquiatra observaba a sus pacientes hablando solos, el psiquiatra (como observador) no encontraba ninguna otra persona “allí afuera” conversando con su paciente y describía la situación como “el paciente alucina”, “el paciente es esquizofrénico”.

El sistema nervioso central del paciente (igual que le ocurre a la salamandra) no tiene manera de distinguir entre “ilusión” y “percepción”.

Las ideas de “normalidad” o “anormalidad”, “esquizofrenia” o “cordura” emergen a posteriori, desde la perspectiva y la reformulación en el lenguaje de quien observa al paciente pero no se dan en el propio paciente para quien las personas con quien habla son entidades “reales”.

Auto-referencia

La moraleja de estas dos historias es que nuestro SNC opera en auto-referencia. Únicamente cuando aparece en escena otro observador que realiza otra descripción desde SU propio operar, distingue -en el lenguaje- lo que llama “ilusión”, “alucinación”, “locura”, “error de puntería”, “puntos en el espacio a 180 grados del blanco” o  “anormalidad”.

Tanto el anfibio como el paciente viven siempre en y desde su propia experiencia del vivir, que es la única que les resulta accesible.

Las “incoherencias” entre la conducta del paciente -o del anfibio- y su entorno se producen dentro del marco de la re-formulación que el observador hace acerca de sus observaciones al ver que éstas no encajan con sus propias expectativas.

En esta parte ustedes se preguntarán ¿Y cómo esto nos ayuda a lograr mejores consensos colectivos?

Nos ayuda cuando entendemos que ustedes, yo, aquel y ese de allí, vivimos nuestras experiencias del mismo modo que el anfibio y el paciente: solo nos damos cuenta de las limitaciones perceptuales al verlas operando en otro ser vivo, y esto ya en calidad de observadores.

Somos ciegos respecto a nuestras propias limitaciones en materia de habilidades de comunicación.

El observador activo-creativo

Cada observador cuando hace una descripción, trae un mundo (el suyo propio) a la existencia.

En el mismo momento en que describo a “esa de allí” como: obsesiva, genial, sensible, joven, egoísta, mala persona, integra, mentirosa, gran líder o bipolar. Esa descripción me pertenece en tanto proviene de las correlaciones neuromotoras de mi propio SNC al observar, reformular y explicar en el lenguaje.

No se trata de “una realidad externa a mí” que se está representando pasiva, perfecta y unívocamente adentro de mi cabeza. El SNC es un sistema determinado en su estructura y cerrado operacionalmente, es decir trabaja con sus propias correlaciones neuromotoras, y el grado de “correspondencia” con lo que sea que pueda haber “allí afuera” no puede ser conocido por nadie ya que nadie tiene dicho acceso «privilegiado».

«Una realidad» bastante escurridiza

La “realidad exterior única” que se supone nos contiene como observadores es un principio explicativo.

Nosotros solo operamos con cambios internos de/en nuestra propia red neuromotora que (asumimos) co-varian con ciertos cambios del entorno, aquellos que logran gatillar la pequeña y acotada ventana perceptual de alguno de nuestros sentidos.

Como el SNC no distingue cuales de sus propios cambios han sido gatillados “internamente” (ilusión) y cuáles no (percepción), puede exhibir conductas que, para el SNC de otro observador, resultan “anormales”, “inapropiadas”, “contradictorias”, “incoherentes”, etc.

2. Comunicarnos, ponernos de acuerdo acerca de lo que vemos como colectivo

Si respiramos profundo, digerimos todo lo anterior y lo asimilamos, esta parte debería fluir con facilidad.

¿Por qué?

Porque comprendo que cada observador presente en la sala trae su propio mundo a la vida con sus distinciones, descripciones y explicaciones.

Cada mirada es única y producto de la dinámica histórica de interacciones con nuestro propio entorno (cultura, geografía, idioma, genética, experiencias, estudios, red social, traumas, etc.). Por este motivo, las discusiones se tornan siempre acaloradas y pasionales, porque cada uno ve cosas distintas.

Nuestras miradas son siempre complementarias. No porque me lo dijo el facilitador del curso de trabajo en equipo, sino porque NADIE tiene acceso a ninguna “realidad externa” a sí mismo para verla “tal cual es”.

Las miradas del mundo no pueden entonces contrastarse contra “la realidad” para ver quién esta ubicado “más cerca” o “más lejos” de “la verdad”.

Solo podemos conversar y dialogar acerca de lo que cada uno observa (primero), y luego, procurar hallar los patrones y las regularidades compartidas (consensos) con mayor frecuencia dentro del colectivo que se trate.

Humildad

Básicamente, vemos que la humildad tiene naturaleza neurobiológica. No habiendo observadores “privilegiados” que se puedan acceder o acercarse más a “la verdad”, necesitamos conversar y dialogar.

Los consensos acerca de lo que vemos siempre nos tranquilizan. Buscamos convencer, influenciar y tener la razón porque cuando muchos otros ven algo parecido, la idea de que entonces «es real” o «es verdad», cobra fuerza. El uso de la estadística y de la reproducibilidad de experimentos por múltiples observadores en la actividad científica, tiene ese mismo propósito. Los consensos colectivos nos permiten acordar y avanzar.

Pero cuidado, la ilusión colectiva también ocurre con frecuencia e involucrando a demasiados: estalinismo, nazismo, maoísmo, yihadismo, apartheid, fascismo, terraplanismo, teorías conspirativas, sectas, etc. El hecho de que muchos se pongan de acuerdo, no necesariamente implica estar en lo cierto.

Cuando voy a buscar acuerdos con otros desde mi convicción (certeza) de que lo mío es “verdad” o desde la premisa que yo «veo y entiendo mejor los hechos” que el otro, entonces voy a exigir, presionar, coaccionar, ejercer el poder, ridiculizar, manipular, etc.

Subjetividad, relatividad, perspectiva y humildad emergen como un continuo resultante de las limitaciones del observar de todo ser vivo.

Al entender que somos auto-referentes en nuestro observar, esto nos vuelve más frágiles, vulnerables, parciales y limitados. Lo suficiente como para buscar incluir genuinamente la mirada del otro en la descripción del “mundo”.

La auténtica diversidad de perspectivas resulta una necesidad, y no una simple bandera o eslogan progresista.

Desde la neurobiología de la humildad, el diálogo abierto reemplaza al debate acalorado. La co-creación y la sinergia se vuelven formas de trabajo. Puedo confiar en otros y soy confiable para otros porque nuestras miradas son y serán siempre parciales, relativas a nuestras respectivas biografías.

Batalla de Egos

El gran obstáculo de los acuerdos colectivos y de los consensos es el Ego. La aparición de observadores que se enamoran de sus propias descripciones del mundo y están ultra convencidos de que son mejores que las descripciones de los demás, más acertadas, más precisas, más perspicaces o más completas. Entre la auto-referencia y la ego-referencia puede haber solo unos pocos pasos…

En este contexto, llegar a un acuerdo grupal se convierte entonces en una pulseada, un juego de dominancia y poder, una competencia por glorificar el valor de lo propio y desacreditar totalmente el valor de lo ajeno. Todos hemos quedado atrapados alguna vez este tipo de batalla de egos, de allí la importancia de retornar a la humildad.

3. Coordinar compromisos para tomar acción conjunta

En este nivel ya necesitamos haber superado con humildad las dos etapas anteriores.

Pero aparecen nuevos e importantes desafíos:

Comprometerse

Tiene dos partes, por un lado, una implicación personal emocional, y por el otro, una promesa para tomar acción. Es un voto de que voy a hacer todo lo posible, a poner toda mi energía y mi talento, a punto tal que empeño mi palabra y mi credibilidad en ello.

Cuando coordino compromisos en equipo, con muchas otras personas, un factor decisivo es lograr niveles comparables de compromiso, energía y esfuerzo en las distintas personas y tareas involucradas. De lo contrario, algunos miembros del equipo se sentirán defraudados o sentirán que las responsabilidades se han distribuido de manera inequitativa.

Acordar

Resulta sano, necesario y transparente, que cuando el número de personas involucradas crece, se hagan explícitos los acuerdos y las expectativas. Sean éstas de tiempo, calidad, cantidad, responsabilidad o intensidad. Todo proyecto bien gestionado, toma cuidado de estos aspectos para evitar malos entendidos y distribuir debidamente las responsabilidades.

Coordinar la acción conjunta

Un arte y una disciplina. Cuanta más grande el grupo humano, tanta más disciplina y proceso requiere la ejecución.

El término disciplina (utilizado en este contexto) significa hacer lo acordado, en el tiempo y con los estándares de calidad acordados. No importa si yo creo que existen muchas otras maneras diferentes de hacerlo, o si me resultan más razonables otros plazos de tiempo.

Los logros de la sociedad del conocimiento se han convertido en logros de grandes grupos humanos. Trabajos multidisciplinarios, mega-proyectos integrados con tecnologías e infraestructuras, diferentes equipos en diferentes geografías, trabajo remoto, etc.

En esta gran escala de coordinación y ejecución, la libertad individual y la creatividad personal pueden verse afectadas y restringidas en favor de la meta del conjunto.

A veces esto nos puede costar o nos puede frustrar en el plano personal porque tenemos muchas ideas para proponer. Todo colectivismo termina ejerciendo cierto grado de coacción sobre el individuo, desde el imperativo de las necesidades del conjunto. La gran escala socializa tanto las metas como los logros.

Si mi meta es practicar surf, mi coordinación es simple: playa, tabla, traje y tiempo.

Pero si necesito construir un portaviones nuclear de 330 m de eslora y equiparlo completamente en 24 meses, entonces se requiere una escala de planificación mucho más detallada y una ejecución impecablemente orquestada entre todos los equipos involucrados.

Los egos y las miradas individualistas deberán hacer grandes esfuerzos por adaptarse, flexibilizarse y hasta negarse un poco a sí mismos para lograr la meta del conjunto.

En esta fase de la coordinación de compromisos para la acción conjunta, se fusionan aspectos humanos “blandos” (compromiso, trabajo en equipo, talento, habilidades, energía) con aspectos técnicos “duros” (planificación, comunicación, coordinación de proyecto, tareas, roles y agendas, financiación, métricas, controles, calidad, seguridad, suministros, sistemas, gestión de proveedores y contratistas, etc.).

habilidades de comunicación

Conclusiones

La convivencia masiva y los proyectos con participación a gran escala, plantean la necesidad urgente de nuevas habilidades de comunicación y coordinación.

Preparar y educar a las personas para que sean capaces de entenderse mutuamente, de contener sus deseos de expansión egoica, abrirse al diálogo, construir consensos y comprometerse acciones colectivas.

Esta es la manera de salir de la crisis actual de divergencia, polarización y confrontación que mata las buenas ideas y las buenas intenciones.

Los individualismos, los partidismos, los nacionalismos, las ideologías, las doctrinas, los modelos económicos y los modelos mentales, son algunas de las barreras que impiden la convergencia y el diálogo.

La lógica de las relaciones que mantienen vivo el ecosistema es distinta de la lógica de la supervivencia individual. Nuestra escala actual (sociocultural-tecnológica-demográfica-comunicacional) demanda un modo nuevo de pensar, un pensar más cuidadoso con “la verdad”, “la realidad”, el ego y los “hechos irrefutables”. Un modo de pensar y relacionarse desde la humildad.

Nota del Lic. Leandro Javier Pérez Surraco

Si crees que tu o tu equipo de trabajo tienen dificultades para lograr acuerdos, consensos y compromisos para la acción, escríbenos a CONTACTO Bienestar Resiliente. Podemos ayudar !

 

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